Un 79,3% de las mujeres en Chile cree haber experimentado violencia obstétrica durante su trabajo de parto, con prácticas que van desde la violencia verbal hasta la realización de procedimientos sin que se autoricen.
En marzo de este año se aprobó la ley integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia de género contra las mujeres y niñas. En esta se reconoce por primera vez en nuestra legislación la violencia ginecobstétrica, indicando que es “todo maltrato o agresión psicológica, física o sexual, omisión, negación injustificada o abuso que suceda en el marco de la atención de la salud sexual y reproductiva de la mujer (…)”.
Si bien las organizaciones que trabajan por los derechos sexuales y reproductivos valoraron este avance, también se ha enfatizado que desde el 2018 se discute en el Congreso la llamada “Ley Adriana” que busca erradicar la violencia ginecobstétrica. Este proyecto se encuentra en la Comisión de Salud del Senado desde marzo del año pasado.
¿Por qué es necesaria? Los datos son alarmantes: un 79,3% de las mujeres en Chile ha experimentado violencia obstétrica durante su trabajo de parto. Hay distintas formas en que se manifiesta esta violencia: ser infantilizadas o anuladas por parte del equipo médico, no poder manifestar sus inquietudes o que se les niegue información, que fueran obligadas a no comer ni beber durante el proceso, etc.
También hay procedimientos a los que son sometidas y que implican violencia obstétrica, como tactos vaginales reiterados y por distintas personas, raspaje de útero sin anestesia, e incluso cesáreas que no son necesarias. Sobre el último punto, desde la Coordinadora de Derechos del Nacimiento indican que hasta un 70% de las cesáreas son evitables.
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¿Qué es un parto respetado?
Conversamos con la matrona y encargada de lobby de la Coordinadora por los Derechos del Nacimiento, Bárbara Peña Osorio, quien nos explicó los principales ejes para tener un parto respetado. “Ofrecer información completa para la autonomía de las decisiones de la madre, evitar las intervenciones médicas innecesarias, apoyo emocional y físico, respeto de la privacidad y favorecer el vínculo madre-bebé desde el primer momento”, señala que son algunos de esos puntos.
Además, agregó que la noción de un parto respetado va a depender no solo del entorno y cultura, sino por sobre todo de lo que la madre prefiera y defina con su equipo médico.
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Falta de educación y capacitación
La matrona Bárbara Peña explica que se ha normalizado pasarlo mal en el parto. “Existe el concepto antiguo de nuestro país de pensar que si yo estoy bien, mi bebé está bien, da lo mismo lo que pase”, y así se justifica la violencia ginecobstétrica.
En ese sentido, la especialista agrega que la ley Adriana es necesaria ya que permite visibilizar este tipo de violencia. “Hay muchas mujeres que no la conocen, se confunde también con la negligencia médica”, explica.
Finalmente, la ley Adriana también promueve la educación y capacitación del personal médico, que, según señala Bárbara Peña, muchas veces no ha actualizado sus conocimientos para avanzar hacia un parto respetado.