*Por Paula Castro Astudillo
Mucho se ha comentado, y en distintas plataformas, sobre los resultados del plebiscito de salida sobre la propuesta constitucional. Sí, el que el Rechazo ganó con un 62%. Dejando de lado el análisis del por qué perdimos, esta es una gran oportunidad de cuestionarnos el país que somos, los políticos que tenemos, el manejo de los medios de comunicación, la banca, la profunda desigualdad imperante y la ambición sin límite de los grupos poderosos.
En esa línea me permito preguntar, ¿es posible en este momento proponer una nueva Constitución? Si bien este rupturista proceso nace desde la calle y sus sentidas e históricas consignas, muchas aún no resueltas, la sensación de un ciclo sin cerrar aparece cada día más en los millones que empujaron el proceso en el inicio. A menos de dos meses del plebiscito de salida, un 68% de las personas cree que Chile necesita una nueva Carta Magna, mientras que el conteo anterior había dado como resultado un 71% de las/os encuestados. Aunque yendo a la baja, existe una mayoría innegable que entiende necesario ese cambio.
Sin embargo, tras los resultados finales, mi pregunta es ¿cómo avanzar hacia una nueva Constitución que no solo sea capaz de unir a chilenos y chilenas en un nuevo pacto social, sino que sea capaz de contener las demandas que impulsaron el proceso en sus inicios?
Si bien creo que los mínimos ya están puestos en la mesa, y no debieran ponerse en cuestionamiento, con esto me refiero a la paridad, los escaños reservados para pueblos originarios y convencionales elegidos totalmente por sufragio universal. Pero, son precisamente algunos de estos parámetros los que han generado dudas y cuestionamientos al proceso y, finalmente, terminaron incidiendo en la jornada del 4 de septiembre.
Es en base a esa confusión, entre un Chile que aprobó con un 78% construir una nueva Constitución y uno que terminó por rechazarla con un 68%, donde nacen inventos que contradicen el sentido del proceso, profundizando aún más la confusión del contexto. Ejemplo de ello, es la idea de una comisión de expertos, para un proceso que mediante sufragio decidió desarrollarse por convencionales electos de forma democrática en un 100%. Expertos que se lanzan cuál kamikaze a la Constitución de los próximos 50 años, pero que se abalanzan así nomás. No tienen apellidos, ni nadie sabe para quién trabaja. Son los expertos de los mismos políticos que la gente rehúsa a convivir, sin pensar en que generalizan la corrupción con el desarrollo político de la sociedad. Entonces, me pregunto ¿de dónde viene el manto de experticia con el cual pretenden vestirse de paladines del sentido común?
Bajo mi punto de vista es imperante que la Constitución sea escrita por un grupo de personas que se acerque a reflejar el país que somos. Un grupo que no se empalme sobre el ninguneo a la población, a dueñas de casa, a trabajadoras y trabajadores, a estudiantes, a cesantes. A lo que sea que construye este Chile de hoy. Nos guste o no, ese es el camino que debe tomar el proceso, por más que un sector quiera alejarlo de la sociedad. ¿Qué va a saber un experto en políticas públicas viales si hoy en día las calles están cada vez más llenas de tacos? ¿Cómo podrá saber más un experto en economía que un feriante que hace comercio todos los días? El desafío de hoy es integrar actores y no segregarlos.
Ese desafío nos debería unir. El único sector que insiste en el rumbo al fracaso del proceso, es el mismo que es financiado por los dueños del país, quienes no quieren perder privilegio alguno y que fueron capaces de vestirse de “Rechazar para reformar” y “Una que nos una”, para entorpecer el debate a lo que sería una real unión del país. Una unión que se refleje en un marco jurídico construido por todos los sentires y todas las opiniones de un Chile que aún no corre, que quizás aún no camine del todo bien, pero que urgentemente busca un rumbo. Los reales enemigos del país descansan en la idea de negociar un proceso así de importante a cambio de unos cuantos cuoteos políticos y unas cuantas leyes; sepan que así como antes el 78% generó mareos, esté 68% les pasará la cuenta a la hora de buscar el tan ansiado timbre que pueda plasmar un Chile complejo como el nuestro.
Nos queda seguir.
Paula Castro Astudillo es concejala de la comuna de Quilpué