*Por Carolina Rubilar Lozano
En 1999 la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Esta conmemoración global tiene su origen en República Dominicana cuando el 25 de noviembre de 1960 fueron encontradas asesinadas las hermanas Minerva, Patricia y María Teresa Mirabal, quienes luchaban contra la dictadura de Rafael Trujillo.
La violencia contra las mujeres ha tomado diferentes formas, medios y alcances en las décadas que han transcurrido desde el asesinato de las hermanas Mirabal hasta la actualidad, por lo que esta conmemoración se ha ido adaptando a las nuevas demandas y contextos políticos y culturales alrededor del mundo.
¿Con qué cifras y en qué escenario recibimos este nuevo 25N en Chile? De acuerdo a la información entregada por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, en lo que va de 2022 se han registrado 45 femicidios en el país, uno de ellos corresponde a un lesbofemicidio, tres a transfemicidios y seis a suicidios femicidas. El femicidio es la punta de la pirámide, cuando hablamos de violencia hacia las mujeres y está sostenido en otras violencias basales que se presentan cotidianamente en la vida de todas nosotras.
La violencia simbólica es aquella de la que somos víctimas más común y masivamente y está relacionada con la publicación o difusión de mensajes estereotipados, por los cuales los medios masivos de comunicación representan la imagen y rol de las mujeres. Ya en 1977 la socióloga Gay Tuchman estableció que existían tres etapas para la llamada aniquilación simbólica, a la que puede someterse también a otros grupos de personas excluidas, como la población migrante, la diversidad sexo-genérica, las infancias, etc… pero que aquí analizaremos con las mujeres, más de la mitad de la población mundial, no está demás decirlo.
La primera etapa consiste en la omisión de las mujeres, es decir mostrarnos menos o de plano invisibilizarnos, como ocurrió en la reciente cobertura de la televisión abierta durante el último mes de campaña para el plebiscito de nueva Constitución. La segunda es la trivialización, que tiene relación con el retrato estereotipado o prejuicioso respecto de las mujeres. Podemos encontrar muchos ejemplos de esto en la publicidad, donde las mujeres nos convertimos en objetos u ocupamos un rol específico que los hombres no ocupan, como en los avisos que publicitan artículos de aseo, los que son protagonizados por mujeres en un 98%.
La tercera etapa es la condena, que consiste en representarnos siempre de forma peyorativa o negativa. En este punto me quiero detener para ahondar en algunos casos en los que esto se puede evidenciar. Si nombro a Fernanda Maciel, probablemente todos y todas quienes están leyéndome sepan de quién estoy hablando, los más asiduos a los matinales incluso pueden conocer detalles acerca de su vida privada, sus relaciones sexo-afectivas y sus conductas, sin embargo, si nombro a Felipe Rojas, su asesino, nadie recordará su nombre.
Otro caso tremendamente bullado es el de Ámbar Cornejo, adolescente asesinada por Hugo Bustamente. Nuevamente el foco de los medios estuvo en Ámbar y no en su asesino: Hugo Bustamante. Es más, hace algunos meses TVN, el canal público, anunciaba con bombos y platillos el estreno de una miniserie del caso, conducida por Carlos Pinto que tenía como nombre “Ámbar en la mira del psicópata”, el nombre y la cara de Ámbar en primera plana, el nombre del femicida omitido, el femicida patologizado, exculpado simbólicamente por una supuesta afección mental. La emisión de este programa logró ser detenida gracias a la acción de diferentes organizaciones feministas.
Nos encontramos con un nuevo 25 de noviembre, en el que siguen presentes muchas de las violencias descritas anteriormente, por las cuales debemos seguir organizadas, alertas y confiadas en nuestras propias fuerzas.
PD: Agradezco muchos de estos datos y reflexiones al libro Ojos que no ven ensayos sobre los sesgos de género de Carmen Gloria López.
*Carolina Rubilar Lozano es integrante de la Coordinadora Feminista 8M.