Por convencional Tania Madriaga*
El país tiene que cambiar. Esa la sentencia de la revuelta, es el mandato popular a la Convención Constitucional. ¿Cuánto va a cambiar? Es lo que hemos estado dialogando durante estos meses y ya comienzan a asomar algunas conclusiones.
Cada constituyente tiene su propia experiencia, trayectoria, visión, organizaciones y territorios de referencia. Esta diversidad se expresa al interior de cada colectivo y es por esto que muchas veces se quiebra la unidad política dentro de los conglomerados. Esto le sucede tanto a los partidos como a los y las independientes.
Sin duda, es un diálogo desafiante, que obliga a llegar a acuerdos sobre cómo se aborda cada propuesta en función de un sistema coherente, que deje al menos la puerta abierta a soluciones de aquellos aspectos centrales de la crisis, en un proceso de transformación, que sin duda supera los tiempos de la Convención Constitucional.
La nueva Constitución es un paso fundamental en este camino y representa la oportunidad de que la movilización se transforme en fuerza creativa para abrir la puerta a la construcción de un nuevo orden social, que supere las injusticias, la corrupción, el daño a la naturaleza, la desigualdad, el patriarcado, el adulto centrismo y las violaciones a los derechos humanos, entre otros temas que tenemos pendientes como sociedad.
La comisión Forma de Estado ha buscado sistemáticamente las autonomías regionales proponiendo con cada norma y de manera consistente una respuesta para la superación de uno de los principales males del sistema actual, el centralismo.
No se trata de un problema simple, ni tampoco solo organizativo, se trata sobre todo de un problema político. El centralismo tiene actores que entienden el Estado como una herramienta de dominio del territorio y sus comunidades, actores que vociferan contra la dispersión, la fragmentación y que levantan voces de unidad pero que no están dispuestos a fundarla en una real distribución del poder.
El Estado regional y las Autonomías Territoriales, propuestas por la Comisión 3, tienen como horizonte fijar una posición política que se suma a la de Estado Plurinacional. Nos invita a construir una oportunidad de recuperar los territorios de las manos de los actores neoliberales, que los entienden como simples recursos para especular en el sistema financiero.
Para los pueblos chileno e indígenas, los territorios son parte de su existencia. Somos seres sociales, anclados territorialmente, incluso cuando migramos. Esa dimensión de la vida nos ha permitido estar juntos y juntas, convivir a pesar de las crisis e imaginar y poner en práctica soluciones alternativas. Ha permitido constituirnos en actores y actrices nuevas, los que de la mano de los pueblos y naciones indígenas, las mujeres, los niños, las niñas y los grupos históricamente excluidos, demandamos el derecho a la libre determinación.
Demandamos dejar de ser tratados como actores sin criterio, como actores sin voluntad política. Para ello, desde y con los territorios, demandamos autonomía en busca de que el poder se democratice en este nuevo Estado.
*Tania Madriaga es convencional del distrito 7 de la región de Valparaíso. También es socióloga de la Universidad de Concepción y magíster en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.