*Por Romina Ramos Rodríguez
Llegamos a un nuevo mes de marzo en el que revisamos el lugar que las mujeres ocupamos en la sociedad y nos preguntamos ¿Cuánto hemos avanzado y cuánto falta para consagrar la igualdad de género como política de bien común? No cabe duda que hoy hemos logrado espacios y acceso a posiciones que hasta hace poco eran impensables o, al menos, muy poco probables. Altos cargos en organismos internacionales, presidencias de Gobiernos, ministerios y cargos públicos, por mencionar algunos ejemplos. De manera similar ocurre en los indicadores de acceso a la educación y en empleo, aunque siempre se mantienen brechas y sesgos difíciles de desmontar y que siguen siendo un desafío para el movimiento feminista.
Sin embargo, aún existen dimensiones en la vida de las mujeres que nos hacen retroceder de manera brutal. Una de ellas es la violencia de género, que se constituye en una de las manifestaciones más evidentes de la desigualdad y de las asimetrías de poder entre hombres y mujeres. Según datos de la Subsecretaría de Prevención del Delito, desde hace 10 años, en Tarapacá una mujer era víctima de algún tipo de violencia o agresión cada tres horas. Lo que se esperaría en términos de resultados de prevención de la violencia es que esas cifras tendieran a ser disminuidas, sin embargo, el año recién pasado ese valor se acortó a una hora y media según la Subsecretaría de Prevención del Delito (2022), es decir, en la región de Tarapacá durante el año 2022, cada 90 minutos una mujer denunció ser víctima de algún tipo de violencia.
En la misma línea, el año pasado se registraron 53 femicidios a nivel nacional y en lo que va este (enero y febrero) se registraron 6 femicidios y 35 femicidios frustrados. Aunque existen avances en materia normativa internacional y nacional con la adhesión y ratificación de convenciones internacionales desde fines del siglo pasado, las agresiones y abusos en contra las mujeres se mantienen y lo que es peor, han aumentado.
El feminismo ha sido el cuerpo teórico y político que nos ha permitido entender por qué, a pesar de los avances en materia de equidad de género, fenómenos como la violencia de género permanecen casi invariables. Las razones se relacionan con la estructura ideológica de la sociedad patriarcal, que es eminentemente asimétrica y desigual, fundada en la dominación del hombre sobre la mujer. De modo que se trata posiblemente uno de los nudos críticos más difíciles de superar por estos días, porque afecta el desarrollo de las mujeres, posee distintas gradaciones, varía de acuerdo al ciclo de la vida y, en el peor de los casos, lleva al femicidio o al suicido femicida.
Como país y región tenemos el desafío de avanzar en materia de erradicación de todo tipo de violencia contra las mujeres. No hay democracia plena si no se resguardan los derechos de toda/es, niña/es, adolescentes, jóvenes, adultas y mayores en distintas condiciones o si sólo nos involucran las mujeres en este desafío. Se requiere de la acción de la sociedad en su conjunto para reconocer todas las actitudes de violencia y agresividad presentes en la vida cotidiana y en las instituciones, y no sólo aquellas que ocurren en el marco de las relaciones afectivas. De eso dependerá que en los años venideros saquemos mejores cuentas de los tristes indicadores que hoy nos preocupan y nos hacen, nuevamente, espantarnos con estas dramáticas cifras.
*Romina Ramos Rodríguez es Candidata al Consejo Constitucional por Tarapacá.