Un sistema político para las regiones

Por Maximiliano Hurtado Roco, convencional distrito 4

 

Nací en Copiapó, hijo de Atacama, región minera, que por años ha contribuido con parte importante de la riqueza del país. A pesar de aquello, las retribución a sus comunidades no ha sido la misma; vemos con tristeza el problema de las zonas de sacrificio que ha afectado a las comunas de Chañaral y Huasco. El Estado de Chile, actualmente, tiene una deuda con Atacama y muchas regiones que se han visto retrasadas en cuanto al desarrollo respecto del centro del país.

 

Durante los últimos años me he desempeñado como asesor legislativo. Por lo tanto, conozco todos los problemas y las deficiencias del sistema político del país, principalmente, las desigualdades que se generan con la actual institucionalidad y los habitantes de las regiones y sus territorios.

 

En este mismo sentido, hemos constatado el apoyo transversal que tiene la descentralización en el marco de la Convención Constitucional. Nuestra voluntad está puesta en construir un nuevo Chile, que parte por empoderar a los territorios y por democratizar el poder a lo largo de todo el país.

 

En el sistema político actual existe un parlamento bicameral; compuesto por una Cámara de Diputados y un Senado. Lo que se propone es un bicameralismo asimétrico, es decir, una cámara regional reemplazará al Senado. ¿Qué es la Cámara de las Regiones? Es un órgano de representación política en que los miembros que la integran tendrán como función legislar efectivamente para sus regiones. ¿Por qué asimétrico? Puesto que ambas cámaras tienen competencias distintas, siendo la función principal de esta ver las leyes de acuerdo regional.

 

Lo que significa, en términos muy sencillos, es aumentar en materias relevantes y sustanciales para todos los chilenos la visión de las regiones; que represente y contrapese las diferencias demográficas que tiene nuestro país para que, efectivamente, las grandes concentraciones urbanas no concentren el peso político y decidan todas las políticas que impactan en cada uno de los territorios del país. De buena manera, se busca canalizar esa energía transformadora: plantear una verdadera Cámara de las Regiones, en coordinación a las Asambleas Legislativas Regionales, es maximizar una transformación cultural necesaria para que sean los propios territorios quienes dicten las normas que hagan sentido a sus residentes. 

 

El proceso descentralizador en nuestro país requiere de un cambio cultural e institucional que asegure una transición exitosa para establecer, de esta forma, bases sólidas que doten de un marco constitucional que posibilite una mayor distribución del poder en Chile.

 

Estoy convencido de que esta es la alternativa que Chile necesita para que la práctica política, el día de mañana, se afirme a este diseño. Diría que viene una etapa en la que toda la Convención va a digerir de mejor forma este acuerdo y tendremos que convencernos que esta es la mejor alternativa de sistema político. Con ello, convencer al país que este sistema será el más sustentable en el tiempo.

 

Creo que este es un escenario esperanzador para todos nosotros: Los chilenos de regiones con convicción descentralizadora de un desarrollo territorial. Lo fundamental es avanzar hacia un modelo de gestión de políticas públicas regionales distinto. Uno con enfoque territorial, empoderamiento de actores, con institucionalidad de contraparte capaz de co-diseñar soluciones, con participación vinculante que refuerce el control social de la ejecución de políticas públicas, y con miradas e instrumentos de mediano y largo plazo que sean capaces de orientar y ordenar la inversión privada y el gasto público, a objeto de hacerlo más pertinente y eficiente.

 

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