Por Constanza Montecinos Paniagua*
Nos hemos encontrado ante un impasse feminista. En el recientemente aprobado reglamento hay reglas sobre paridad; cada comisión debe estar compuesta por a lo más 60% de un género. En el papel esto sonaba bastante bien. Implicaba replicar la fórmula que ya había funcionado con la Convención y que nos ponía en la palestra como la primera Convención Constitucional paritaria del mundo. Sin embargo, al llegar el momento de conformar las comisiones, resultó que algunas no cumplieron las normas de paridad. Entendemos que cada conglomerado, bloque o colectivo, como quieran llamarse, repartió a sus miembros de la manera en que mejor les acomodaba de acuerdo a sus propias estrategias políticas.
En el caso del bloque FA más independientes, del cual soy parte como asesora de un Convencional de sexo masculino, la definición fue bastante libre, y cada cual decidió la Comisión en la cual quería participar. Sin embargo, en mi caso particular, nuestra permanencia en la Comisión de Justicia, Órganos autónomos y Reforma Constitucional, peligra debido a la paridad. Uno podría pensar que está bien hacer la corrección si es que hay perjudicadas. Pero, ¿Qué ocurre en la hipótesis en que una corrección como esta implica sacar a compañeras de alguna comisión donde libremente decidieron participar, para lograr forzadamente un resultado paritario?
En lo personal, siempre he considerado la paridad como una herramienta transitoria. Una herramienta esencial para disminuir las brechas de acceso a las cuales hemos sido expuestas las mujeres a lo largo de los años. Un mecanismo que debe ser usado con el objetivo de lograr un cambio cultural y social, donde la elección de mujeres en cargos de poder sea libre y no esté moldeada por un patriarcado que pone límites a los accesos, no solo a las mujeres, si no a todas aquellas minorías que han sido históricamente invisibilizadas.
Creo que la situación a la que nos enfrentamos hoy debe ser abordada con altura de miras. Sin ataques al feminismo, o a las acciones afirmativas, y sin llevar el mecanismo de corrección hasta las últimas consecuencias. Creo que es necesario buscar una solución basada en la nueva realidad paritaria de la Convención Constitucional. En este caso particular, apelaría a la aplicación irrestricta del principio de igualdad sustantiva y consultaría a las mujeres que son minoría en un espacio, si se sienten vulneradas con la configuración de dicho espacio. De configurarse un perjuicio, debe aplicarse la regla de la paridad. De no ser así, me parece que la solución de aplicar la paridad a toda costa, es mas bien paternalista, y nos hace caer en el mismo vicio que nos obligó a adoptar normas de paridad: La falta de un entorno que asegure la participación libre de las mujeres en las esferas de poder.
Ahora bien, mi confianza radica en la existencia de este mecanismo paritario estructural. Dada la actual configuración paritaria de la Convención, creo que debemos permitir que los debates dentro de un espacio ya resguardado, se den con fluidez. Propongo acomodamos a esta nueva realidad, sin el deber de recurrir a la corrección, si no a los nuevos elementos democráticos que se han ido fortaleciendo en el camino, y luego evaluar. En lo personal, creo que la aprobación de una Comisión Transversal de Género hubiese servido para asegurar que el fondo de la discusión se mantuviera fuera de los márgenes de la institucionalidad patriarcal. Sin embargo, soy una ferviente creyente, de que el diálogo, en las condiciones actuales, puede llevarnos al mismo resultado.
*Constanza Montecinos Paniagua es abogada Universidad de Valparaíso con magister en Políticas Públicas de la Universidad de Chile. Es integrante de Abofem, Jefa de Gabibente y encarga de contenido del convencional Daniel Stingo. (Esta columna es escrita a modo personal independiente de los espacios de los que forma parte).
Si las reglas te favorecen perfecto si no lo hace hay que cambiarlas…