En estas Fiestas Patrias: pasas para la memoria

*Por Bárbara Astudillo Delgado

 

Sin el apoyo activo de la ciudadanía será imposible darle sentido al cambio que necesariamente tenemos que afrontar como país.

 

Sobrevivimos en tiempos de una convulsión en los que es imprescindible apuntar rumbos de navegación para afrontar lo que se configura como una auténtica crisis de civilización. Y, para ello, resulta fundamental saber interpretar cada acontecimiento en sí mismo, pero también con relación a un cambio que es ecosistémico y de una época de profundos desafíos de democracia.

 

Porque es relevante tener presente lo intergeneracional para los diálogos del presente y futuro de nuestro país como poder impulsar una democracia que piense y actúe más allá de elecciones, cuando incidir debe ser el hábito cívico del día a día de cómo queremos convivir.

 

Lo que se busca es que las actuaciones gubernamentales vayan en un acompañamiento de despliegue mucho más ambicioso de información y debate social sobre la dimensión del cambio climático.

 

Hay opiniones que aún existen de que si se construyen más embalses va a llover más. No se entiende que el problema es el exceso de consumo por el regadío que vacía embalses. Si se construyen más, tendríamos más embalses vacíos. Están anclados a un desarrollismo trasnochado sin actualización, a un viejo conflicto de modelo que nos tiene en retroceso de la sostenibilidad.

 

Al final resuelto, es más consumo de recursos para producir más, cuando en Chile tenemos una crisis de política pública de generar mecanismos de protección, gobernanza y gestión equitativa justa del agua; donde la descentralización constituye una cartera de oportunidades para que la administración local territorial se diseñe y coordine acorde a las necesidades reales de las regiones.

 

Debemos impulsar el ordenamiento jurídico de las cuencas que están en desbalance hídrico. No se justifican los derechos de agua con las superficies cultivadas. Ni una fórmula matemática podrá argumentar cuando un cuerpo de agua está sobre agotado.

 

La deforestación es una pérdida masiva e intensa como punto crítico a la biodiversidad mundial clave para enfrentar la crisis climática. Tenemos tiempo aún de reanudar la vida como uno de los miedos de estos últimos tiempos de la era constitucional en el país.

 

La empleabilidad, comprendiendo que se requiere de compromisos estructurales de generar empleo con un costo sustentable, no con deuda de indignidad, donde la real seguridad social sea concreta. Hemos visto el análisis de la ciudad apuntando a la ruralidad por el reciente plebiscito nacional.

 

Estamos en una deuda histórica de cómo crear nuevas formas para ejercer mano de obra a los nuevos tiempos climáticos con una transición ecológica. Cuando la rueda del empleo en las cadenas de la agroindustria se enfrenta a desafíos crecientes, debido a la aceleración del calentamiento global; el aumento del consumo de proteína animal; el agotamiento gradual de los recursos naturales; el aumento de la concentración de la propiedad de la tierra; el acceso limitado de los pequeños agricultores a tecnologías cada vez más complejas y la desigualdad persistente o creciente.

 

Comprendiendo que debemos gestar economía colaborativa local con empoderamiento de redes de abastecimiento para la seguridad alimentaria, además de políticas al trabajo temporero, una labor informal sin condiciones donde persisten las deficiencias últimamente. Han surgido denuncias por la exposición a los pesticidas, también hay reclamos por incumplimiento de lo pactado en los contratos con figuras de subcontratación o de suministro de trabajadores, que caen en situaciones de fraude laboral, que parecieran ser cada vez más frecuentes y que han incidido en que esta modalidad de empleo se haya precarizado.

 

La limitación en la información es otra arista de deudas. La brecha en materia de conectividad para amplificar la democracia; cuando la falta de conectividad no sólo impone una barrera tecnológica, sino que también constituye una limitación en el acceso a la salud, a la educación, a servicios sociales, al trabajo y a la economía en general. Si no la cerramos, esa barrera será cada vez más alta y tornará aún más desigual a las regiones.

 

Hemos normalizado ser rezagados en sacrificio por el bien mayor, aunque esto implique un costo de salud ambiental en localidades con menos densidad demográfica, porque el “sálvate solo” es un mantra que se esparce desde la ciudad. Nos invisibilizaron, ya que no somos representativos cuando existe la visión de ser crédito electoral.

 

Nos han inculcado que soñar con un país justo no era posible porque debíamos adaptarnos a esta normalidad para quienes controlan los medios de prensa, el salario, los derechos, la vida. Debemos repensar que lo injusto no nos sea indiferente, debemos volver al sentido común donde soñar con un país diferente juntos es superar el egoísmo.

 

De una transición a un cambio de paradigma que nos otorgue garantías de equidad y justicia.

 

En el plebiscito del 4 de septiembre nadie ganó. Todos perdimos una oportunidad donde bombardearon con mentiras el corazón del borrador.

 

¿Cuánto estamos dispuestos a defender por un futuro? Es hora de volver a levantarnos con más amor por Chile.

 

La gota rompe la piedra no por su fuerza, sino por su constancia. No perdamos la esperanza que puede mover cualquier escenario político para trabajar por una nueva Constitución, no hay cuestionamientos de que Chile quiere cambios.

 

*Bárbara Astudillo Delgado es TENS en Salud y activista ecofeminista