*Por Lorena Fries
La participación del constituyente Jorge Arancibia en la Comisión provisoria de Derechos Humanos de la Convención Constitucional es conflictiva . Su presencia es mirada como algo intolerable, porque representa a la dictadura cívico-militar de Pinochet y a la violación sistemática de los derechos humanos. Para otros, este cuestionamiento constituye un intento de censura inaceptable contra alguien que fue elegido como delegado constitucional. Arancibia fue elegido por el voto ciudadano para escribir una nueva constitución y para representar una visión de país que, lamentablemente, aún existe y que es una prueba más de la impunidad en Chile.
Lo cierto es que para quienes defendemos los derechos humanos, Jorge Arancibia es una provocación. Naval orgulloso y de larga carrera, fue edecán de Augusto Pinochet entre 1980 y 1982, período en el que ya eran internacionalmente conocidas las violaciones a los derechos humanos con casos tan emblemáticos como la Caravana de la Muerte (1973), la Operación Colombo (1975), Calle Conferencia (1976) y los Hornos de Lonquén (1978). En una entrevista de televisión diría años después, refiriéndose al momento del golpe de Estado, que la situación era tan tensa que, de haber continuado, el habría tomado su fusil para irse “al cerro a matar comunistas”. Era su objetivo personal.
En 1989 fue designado contraalmirante y luego vicealmirante en 1993, desempeñándose como Jefe del Estado Mayor, en una carrera que continuaba en ascenso mientras en Chile se forjaba la transición a la democracia, que ya reconocía oficialmente a 2.115 víctimas de violaciones a los derechos humanos y 164 de violencia política, perpetradas entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990. Entre ellas, hasta ese momento, 957 personas detenidas desaparecidas. A esas alturas eran ya conocidos informes sobre la Situación de los Derechos Humanos en Chile, de varios Relatores Especiales, particularmente los de Fernando Volio, quien visitó el país tres veces.
En cada sesión, cada una, Arancibia se enfrentará a constituyentes que le recordarán su rol pasivo ante tanta violencia perpetrada y de la cual la Armada, nada menos, fue uno de los actores más despiadados.
Jorge Arancibia culminó su carrera naval con la designación como Comandante en Jefe de la Armada, cargo que ejerció entre Entre 1997 y 2001. En esa calidad, formó parte de la Mesa de Diálogo, instancia que se creó en 1999 por iniciativa del gobierno chileno con la participación de militares, abogados de derechos humanos, académicos y dirigentes religiosos. A pesar de que se propusieron una serie de mecanismos para encontrar la verdad sobre las personas detenidas desaparecidas, no hubo avances en ese aspecto, aunque se reconoció, en el acuerdo de junio del año 2000, la participación y responsabilidad de todas las ramas de las Fuerzas Armadas en la comisión de las graves violaciones a los derechos humanos. El entonces comandante en Jefe de la Armada conoció de primera fuente parte de lo que fueron estas atrocidades. Jorge Arancibia sabía o debió haber sabido lo que pasaba o pasó en el país durante esas fatídicas décadas, pero guardó silencio y nunca pidió perdón.
Entre el 2002 y el 2010, se desempeñó como Senador de la República, lanzando su candidatura cuando aún era el comandante en jefe de la Armada. Durante ese período, el Estado de Chile dio a conocer el Informe Nacional que reveló la situación de 28.459 personas que durante la dictadura fueron víctimas de prisión política y tortura.
Sentado allí, en esa comisión, tendrá que escuchar por qué Chile no le cree, y frente a cualquier palabra que niegue lo sucedido o que sea irrespetuoso de la dignidad y la honra de las víctimas y sus familiares, se expondrá al repudio social y eventualmente a ser sancionado por el Comité de Ética de la Convención Constitucional.
El contexto ha cambiado y ese sector que el ex almirante representa, ya no tiene la posibilidad de veto, como la tuvo mientras fue senador. Hoy, en el país y en la Convención Constitucional, es minoría y tendrá que compartir diariamente con quienes mayoritariamente aspiran a un país que ponga en el centro la dignidad y derechos de todas las personas, Fuerzas Armadas democráticas, obedientes y no deliberativas. El sector que representa el ex almirante tiende a la extinción cuando las reglas democráticas se corrigen. .
Ese será su peor castigo. La provocación que representa su presencia allí, solo aviva la memoria del pueblo chileno y la urgencia por más verdad, justicia y reparación.
*Lorena Fries es abogada y defensora de los Derechos Humanos. Fue la primera subsecretaria de Derechos Humanos, dependiente del Ministerio de Justicia, cargo que ejerció entre 2016 y 2018. Asimismo, dirigió por seis años el INDH. Actualmente, es presidenta de Corporación Humanas.
«Un rol pasivo»? Todo lo que describe la articulista muestra más bien un rol activo de encubrimiento y complicidad, y a través de su participación en la Mesa de diálogo fue también responsable de la entrega de información que después, en tribunales, se demostró como falsa.