*Por Alejandra Ramos Arcos
Siglos han pasado desde que en 1405 Christine de Pizan escribiera La Ciudad de las Damas, libro donde construye una ciudad ideal para las mujeres, que le permitía defenderse de los comentarios misóginos de los escritores de la época y del machismo imperante en la Edad Media.
Siglos han pasado, pero la lucha sigue siendo la misma. Los derechos que se han logrado tras años de feminismo, en general, siempre penden de un hilo. Tal como lo dijo Simone de Beauvoir a inicios del siglo XX: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados” y el escenario post plebiscito del 4 de septiembre demostró que la filósofa francesa tenía razón.
Cuando nuestra opción no triunfó en el plebiscito, muchos se sintieron con el derecho de criticar y cuestionar nuestras demandas. En redes sociales, foros y conversatorios, hombres, cómodos, que han gozado por años del privilegio de vivir, sentir y amar como han querido, tuvieron la necesidad imperiosa de buscar responsables por el fracaso del proceso, y para un gran porcentaje de ellos las responsables fuimos nosotras por ser supuestamente intransigentes en las demandas feministas.
El texto que se votó el 4 de septiembre fue escrito por un grupo democrático, participativo, representativo y paritario e incluía una serie de demandas respecto a la igualdad de género que han sido por años nuestras banderas de lucha, que un gran porcentaje de la población habilitada para votar rechazara el texto, le dio argumentos a cierto grupo de la población para criticar y cuestionar al movimiento feminista. ¿Quién en pleno siglo 21 podría cuestionar y criticar demandas de mejoras sustantivas para la calidad de vida de más del 50% de la población?
Hoy, en un nuevo marzo feminista, a un año de Gobierno para las mujeres y ad-portas de un nuevo proceso Constituyente, exigimos que éste tenga igualdad sustantiva con enfoque de género, dado que nuestras demandas están intactas: erradicar la violencia en todas sus formas, que se reconozcan las labores domésticas y de cuidado en conjunto con la corresponsabilidad, eliminar la precarización del trabajo y activismo femenino y el trabajo continuo por los derechos sociales.
Estas seguirán siendo nuestras banderas de lucha a pesar de que se nos critique, culpe y ridiculice por ello, porque para quienes nunca nada nos ha sido fácil, bajar los brazos no es una opción, porque tal y como dice la filósofa de Beauvoir en la segunda parte de la frase citada más arriba: “Estos derechos (los de la mujer) nunca son adquiridos. Deberéis permanecer alerta durante toda vuestra vida”. Por eso, para nosotras es 8M todo el año.
*Alejandra Ramos Arcos es encargada política Región Metropolitana del Frente Feminista Convergencia Social