*Por Ismael Berwart Morales
Es difícil hablar de las derrotas, cuando son sentidas el recuerdo te deja una mala sensación en el estómago por un buen tiempo y es lo que me pasa cuando pienso en el plebiscito de salida del pasado y pesado, 4 de septiembre del año 2022.
Aquel fatídico día, en casa preparamos una celebración con la esperanza de que Chile aprobara la propuesta constitucional, sabíamos que el triunfo del Apruebo no significaba cambios automáticos, pero sí al largo plazo este hito histórico sería el pilar de la construcción de un país más justo, donde la forma en que se concebía la naturaleza representaba un salto cuántico respecto a nuestra Constitución actual, algo que necesitamos con urgencia.
El triunfo del Rechazo a nivel nacional no era opción, confiábamos en las capitales. En el campo la cosa era difícil, en Putaendo la campaña de desinformación fue importante. Muchos pequeños agricultores defendían el actual Código de Aguas, pues con la nueva Constitución les quitarían los escasos minutos de agua que reciben cada ocho días, algo diametralmente opuesto a lo escrito en el borrador.
Otros miedos comunes eran perder la casa, el cambio de bandera y claro, el Pelao Vade, en algún momento considerado lo peor del planeta, sirvió a la derecha, dueña de los medios, para desacreditar prácticamente todo el trabajo de la Convención. Sabíamos que en el mundo rural podía ganar el Rechazo, pero pensábamos que sería algo apretado.
A medida que se acercaba el momento de los escrutinios, los nervios se tomaban el ambiente. Sólo bastó escuchar los resultados de Punta Arenas, supuesto bastión del presidente, para desatar la más profunda desazón e incredulidad. El triunfo del Rechazo era contundente y por fin se veía la realidad respecto a todos y todas aquellas que llevaban un buen tiempo autosilenciad@s al ser el voto voluntario. Ese día ahogamos las penas en alcohol.
La derrota del Apruebo ha sido un duelo. En casa pasamos de la incredulidad a la más profunda tristeza, trabajar ese lunes 5 de septiembre ha sido una de las cosas más complejas de mi vida profesional. La rabia de saber lo relevante que se había perdido también se hizo presente, ya que esto muy probablemente significa luz verde para los proyectos mineros de Los Andes Copper con Vizcachitas acá en Putaendo; Nutrex en el valle de Juncal y a los proyectos de Angloamenrican en río Colorado.
Además, la contundencia del triunfo del Rechazo le dejó el sartén por el mango a la derecha y es muy probable que tengan que pasar otros 30 años para que se hable de temas como los derechos de la naturaleza y la protección de los entornos periglaciares, algo urgente considerando la situación hídrica actual y sabiendo que según Greenpeace, Codelco Andina y Los Bronces de Angloamerican son los mayores destructores de glaciares de roca del mundo y sus respectivas expansiones son más de lo mismo.
Por un buen rato todas esas emociones han estado presentes, septiembre completo fue un mes triste, pero llega un momento en que es necesario reaccionar y es que el escenario sigue siendo el mismo que teníamos antes del 4 de septiembre, donde el patrimonio ambiental de los territorios es considerado un recurso, una mercancía; donde la institucionalidad ambiental y el Sistema de Evaluación Ambiental (SEA) son un mecanismo aceitado de aprobación de proyectos extractivos; donde nuestros ríos se van a Europa y China transformados en paltas y donde la educación ambiental depende de que exista un director o un profesor motivado.
Toca reaccionar, la vida de nuestro territorio, de cordillera al mar profundo, es fruto de millones de años de evolución, el wanaku lleva miles de años caminando, moldeando la cordillera y tras él, el Puma. Hoy más que nunca, y cada día con mayor urgencia, es necesario que eso sea puesto en valor, que se valore lo que tenemos; que a las aulas llegue el águila y el gato andino y que todos los aconcagüinos conozcan la serranía, el Ciprés y así en los respectivos territorios de cada chileno y chilena.
Nuestra situación es crítica y no estamos para duelos eternos, toca levantar la cabeza, mirar para adelante y caminar, por nosotros, por aquellxs que recién comienzan y por los que vienen. No podemos olvidar que somos parte de un gran ecosistema y nuestro bienestar depende de la vida con la que coexistimos en este planeta.
*Por Ismael Berwart Morales es co-fundador y generador de contenidos de Wanaku Akunkawa