Breve crónica de cómo triunfó la autonomía en la Constituyente
Por Alondra Carrillo, convencional distrito 12.
Tras la tortuosa jornada del martes, en la madrugada logramos poner por delante la unidad del sector transformador de la Convención. No habiendo logrado la mayoría necesaria para el nombre de nuestra compañera Cristina Dorador, el conjunto de los colectivos pusimos sobre la mesa una batería de alternativas. Movimientos Sociales Constituyentes (MSC), Pueblo Constituyente, los escaños reservados y la Coordinadora Plurinacional y Popular construimos en la madrugada una dinámica de votación cruzada entre colectivos que nos permitió llegar aunadas y ordenadas frente al sector de Independientes por una Nueva Constitución (INC), Partido Socialista (PS) y Frente Amplio (FA).
Con tres de cuatro votos, nuestro nombre fue María Elisa Quinteros, asumida como la carta del conjunto del sector. Por su parte, el bloque INC, FA y PS fue incapaz en ese momento de proponer un nombre único, producto de la contraposición en su interior de dos tesis: la tesis de la autonomía, sostenida por INC, que se rehusaba a llevar a la Mesa a una figura ligada directamente al sector de gobierno; y la tesis de la gobernabilidad, que FA y PS planteaban para que los partidos «pusieran orden» desde la testera en este segundo tiempo del proceso.
Al día siguiente y habiendo ya dormido unas cuantas horas, volvimos a encontrarnos. Esta vez sí tenían una definición: las tres fuerzas se habían cuadrado tras el nombre de Beatriz Sánchez. Pero frente a la unidad de nuestro acuerdo, la definición del bloque de centro estaba construida sobre un equilibrio precario. Se había impuesto la segunda tesis, pero no sin resistencias. Un sector de INC se negaba a dar sus votos, y ChileDigno (el PC y la Federación Regionalista Verde Social), que había votado sistemáticamente a nuestro sector, quedó fuera de una articulación constituida sobre el criterio de la independencia de partidos. Ni aquí ni allá, barajó sus alternativas y tomó una decisión: ser el invitado de piedra de los partidos y el voto disidente en el acuerdo de INC, PS y FA.
Mientras desde el PS se veía la votación de la jornada como una «gran vergüenza» que debía ser rápidamente saldada mediante el anuncio conjunto de una dupla de consenso, nosotras valorábamos lo que había ocurrido. Con los errores y torpezas, había sido una enorme demostración de actividad democrática y transparente, un ejercicio de pedagogía política que había involucrado y mantenido atenta a la población, que tomó parte, se involucró, se emocionó, pasó rabias, acompañó y comprendió lo ocurrido. No había necesidad de presentar «duplas de consenso»: había que asumir que dos sectores, cada uno en su autonomía, plantearían un nombre para la Presidencia y la Vicepresidencia respectivamente. Cada grupo reconocía la imposibilidad de construir la mayoría sin el otro, y se generaba por tanto una tregua temporal.
El equilibrio precario en su propio sector hizo tambalear al Frente Amplio. Con la intención de ganar tiempo para asegurar que se impusiera su candidata, tomaron la decisión (nombrada luego por Fernando Atria como una «desinteligencia») de no concurrir desde el inicio al nombre de María Elisa, optando retrasar la definición de la Presidencia. Estaban seguros de que, sin ellos, no había mayoría posible. Ese error de cálculo fue decisivo para lo que vendría después.
María Elisa llegó a la Presidencia en la primera ronda, sin el apoyo del Frente Amplio ni del Partido Socialista. En cuanto se abrió esta ventana de oportunidad, las fuerzas independientes que hemos aprendido en este proceso las temporalidades vertiginosas con las que se define la política, decidimos incluir ahora en el ordenamiento a Chile Digno y exigir a INC definir el nombre que garantizaría una mesa independiente: Gaspar Domínguez, salubrista rural, disidente sexual, y el único integrante de INC que había sido parte de la inicial Vocería de los Pueblos (Movimientos Sociales Constituyentes – Lista Del Pueblo – Escaños Reservados).
Con fuertes protestas de los partidos mediante, esta voluntad se impuso. No les quedó otra, al final, que plegarse para evitar que quedara visible la contundencia de la derrota.
La derecha que es tan ciega no puede sino sostener que el vencedor aquí es el Partido Comunista. Pero nosotras sabemos que quienes vencimos somos las nunca, las nadie, las sin. Con esta maravillosa coincidencia de acontecimientos, se configuró un escenario promisorio. Llegan a la conducción de la Convención los movimientos sociales, las plazas, las ollas comunes, las Asambleas Populares por la Dignidad de las que viene nuestra compañera María Elisa Quinteros, una de esas desconocidas que llegan al poder sin que nadie lo haya visto venir. La Convención tendrá la autonomía requerida para conducir no sólo el debate normativo, sino el debate sobre la implementación de la Nueva Constitución, que es el que más nos llamará a enfrentar los intereses empresariales y los de aquellos partidos que han administrado estos 30 años, en mantener el actual reparto del poder.
Sigo flotando de alegría. La alegría de la tarea cumplida.
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