Por Erika Montecinos Urrea(*)
El proyecto de ley de Matrimonio igualitario, el cual ya inició su discusión en el Senado, es una oportunidad en los tiempos actuales que corren, de eso no hay duda. Hay realidades que no se pueden borrar con un dedo, sobre todo por aquellas parejas que han envejecido juntas y nunca tuvieron la posibilidad de legalizar su relación. Muchas murieron esperando algún cuerpo legal que las reconociera. Por eso, dentro de algunos sectores de las comunidades LGTBIQ+ locales, es mirado con expectativa porque permite que lesbianas, bisexuales, gays y trans, cumplan con sus proyectos de vida, si es que optan por esta figura legal.
No obstante, a esto tan importante e histórico, se suma un tema puntual que debería hacer la diferencia con el Acuerdo Unión Civil: Los hijos e hijas de familias diversas, que ya existen, ya se conforman, ya se crían en estos núcleos familiares y que no son reconocidas. Habitualmente decimos en nuestras comunidades que son los nuevos hijos ilegítimos de hoy. Aquellos que fueron reconocidos por la ley de filiación de fines de los noventa en parejas heterosexuales y en donde se dijo, con todas las luces, que nunca más en Chile habrían “hijos huachos” (como se le denomina despectivamente a quienes no fueron reconocidos por un “padre”).
Pero no fue así. Por eso, no se entiende que esta falta de reconocimiento a sus hijos e hijas, que ya existen, no sea considerado prioridad en los proyectos de ley que se legislan para mejorar la calidad de vida de las disidencias. Es inconcebible que solo una, la que parió, sea reconocida como madre y la otra, para el Estado y todas las leyes, sea nadie. La compañera que decide co-criar a ese hijo e hija, quedando en la más absoluta indefensión.
Por eso también vemos que en cuanto se inicia la discusión de MI, de inmediato se pone en cuestión este tema. El proyecto de Matrimonio igualitario original no contemplaba el reconocimiento de los hijos e hijas de manera voluntaria. Se estaba incorporando a través de indicaciones que, organizaciones como ABOFEM, presentaron. Pero ¿qué ocurre? Por el argumento de que el proyecto avance rápido en el Senado y no se entrampe en “minucias”, algunos senadores deciden adoptar la estrategia de retirar las indicaciones sin escuchar a un grupo de organizaciones LBT y feministas que prefieren un proyecto potente, antes que el apuro por su aprobación o por dejar pasar “esta gran oportunidad” del gobierno de turno.
Dicen que las repondrán en la cámara de diputados y diputadas. Y puede ir muy bien. Pero la apuesta es arriesgada. No se asegura que, en la Cámara, al reponer estas indicaciones, vaya a contar con el quórum necesario para aprobarlas, conociendo cómo está conformado dicho espacio, donde incluso hay bancada evangélica. Nuevamente se pone como moneda de cambio a los niños y sus familias, tal como pasó con el Acuerdo de Unión Civil: negociando estos derechos.
Sinceramente, ojalá me equivoque y pueda avanzar. Por mientras, la noticia positiva dentro de todas estas negociaciones entre senadores y sus votantes, es que el proyecto de ley de derechos de filiación, ingresado de manera independiente del matrimonio igualitario el año 2016 por colectivas lesbofeministas, y que se encuentra radicado en la comisión especial de infancia del Senado, será prioritario de debatir y discutir. Le estaremos cobrando la palabra a los senadores, si no continuará agradándose la brecha entre los que pueden ser reconocidos y los que no.
Crucemos los dedos para que no sea así.
(*)Es Coordinadora de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio